
La
otra Bestia, la
imagen de la Bestia, es llamada también en este
"Apocalipsis" la "Ramera" , "la célebre Ramera", "la Gran
Babilonia", "la Gran Ciudad".

Y
aunque hay ligeros maticesque
diferencian estos nombres, están tan íntimamente ligados que
parecen señalar lo mismo. A través de la lectura se irán
distinguiendo estas ligeras diferencias.

Pero
para que no haya duda
acerca de la realidad de su identidad, aquí están revelados
completamente todos esos signos entre los que aparecía como
un tanto escondida.

Ya
no hay nada escondido
respecto a ella, ya no hay dudas sobre su identidad.....
La otra Bestia
se nos revela como la influencia astuta, engañosa,
disimulada, del demonio en las iglesias para distorsionar en
el hombre la rectitud del Camino que lo lleva al encuentro
con Dios, y con sutileza hace que los hombres legislen sus
leyes, impongan a sus fieles normas y obligaciones que Dios
no ha dicho, para distraer a los que buscan a Dios,
conformándose éstos con prácticas religiosas, con cumplir
normas y obedecer a otros, alejándose así de la búsqueda y
relación directa con Dios, de la intimidad con Dios, su
único Padre.
Dios nuestro Señor, nos descubre aquí el daño que
la otra Bestia ha
hecho y está haciendo en sus hijos en las comunidades
eclesiales, en su Iglesia, recordándonos que en el Jardín de
Edén el demonio utilizó el mismo engaño haciendo ver que era
bueno lo que no era de Dios. Así ha continuado su misma obra
infiltrándose en las iglesias solapadamente para
desorientarnos, haciéndonos ver que es de Dios lo que Dios
no nos ha dado ni nos ha dicho.
El hombre cuando ha actuado en la Iglesia desde su propio
conocimiento tan suceptible al error, le ha fallado a Dios.
Ése es el mal que aquí denuncia el Señor que hay que
erradicar de la Iglesia para que se dejen
guiar las comunidades eclesiales, las iglesias, por el
Espíritu Santo, y así despojarse de todas las verdades
construidas supuestamente por el hombre, pero que ha sido
engaño de Satanás que lucha en contra del Reino de Dios para
establecer su reino. Todos sabemos que en el Camino hacia
Dios lo que no es de Dios viene del maligno aunque esté
disfrazado con apariencia de bueno, quizás, como algo
conveniente. Esto es adulterar
la Verdad añadiendo sus “verdades”. Por eso
se le denomina en el Apocalipsis, “Ramera”. Este nombre no
es asignado a las iglesias sino a las construcciones humanas
en ellas. El Señor llama a que cada iglesia se cuestione lo
que en ella el
hombre ha establecido, pidiendo para ello
la Luz
que el Espíritu Santo infunde, para ver y así ser tomados de
la mano de Jesús, nuestro Salvador.
Nos puede servir de comparación el muérdago, planta
parasitaria que se va enredando en un árbol hasta alcanzar
las ramas clavándose en los brotes más tiernos. A simple
vista, el que no se detiene a mirarlo, puede verlo como un
todo, sólo ve un árbol. El agricultor que conoce muy bien el
árbol lo detecta enseguida y lo arranca. Así en el árbol que
Dios ha plantado aquí,
la Iglesia, se han adherido las
construcciones humanas (leyes, conveniencias, razones,
obligaciones… o cualquiera otra cosa que no venga de Dios).
Si se mira a simple vista parece que todo pertenece al
árbol, a la Iglesia de Cristo. Por eso
aquí el Señor nos llama a todos a volvernos a la integridad
de su Evangelio, y despojarnos de todo lo que los hombres
han añadido como si fuera por voluntad de Dios. Son
construcciones humanas, por lo que se le nombra como la
“Gran Ciudad”.
Igual que cuando en un manzano, por ejemplo, se dejara
proliferar el muérdago, quedaría confundido entre sus hojas
y se vería como una sola cosa; así la que era sólo Iglesia
en sus principios se ha dejado invadir por todas las
adherencias que el hombre ha ido añadiendo, hasta tal punto,
que se ve como Iglesia lo que el Apocalipsis llama “Ramera”
y rameras. Y se nos da a saber, para que descubramos todo
esto que a través de los tiempos ha ido modificando a
la Iglesia
de Cristo, que es una, aunque nuestras razones la hayan
dividido y separado.
Veremos en todos los signos del Apocalipsis, que la “otra
Bestia” es la influencia del maligno que se ha infiltrado en la Iglesia haciendo que surja
la “Ramera”, como el muérdago en un árbol. Y así se le ha
identificado como lo mismo.
El
muérdago se aprovecha de la savia del árbol restándole
vitalidad, lo que repercute en los frutos; así igual todas
las construcciones humanas han restado vitalidad al mensaje,
a la misión de
la Iglesia de Cristo.
Sin embargo no podrá hacerla morir porque está escrito que
los poderes del infierno no prevalecerán en contra de la Iglesia (Mat.16,18). La Iglesia triunfa siempre con
Cristo. Pero hoy, por toda la corrupción que se ha adherido
a ella, el Apocalipsis aún habla de
la “Gran Babilonia”.
El profeta Miqueas al comienzo del capítulo IV predice el
triunfo final de la Iglesia. Teniendo
en cuenta que en el Apocalipsis se les llama naciones a las
religiones, veamos: “En los últimos días… muchas naciones se
acercarán diciendo: Vengan, subamos al monte del Señor, a la
casa del Dios de Jacob. Dios mismo nos instruirá en sus
caminos, y así andaremos en sus sendas… administrará
justicia a naciones poderosas
y lejanas. Convertirán en azadones sus espadas y en
hoces sus lanzas. Ya no alzará su espada nación contra
nación (la lucha por sus verdades) ni se adiestrarán más
para la guerra…”
Miqueas habla para los últimos tiempos, de la paz y
colaboración entre las iglesias que todas suben al monte
Sión. Es la Luz que nuestro Dios derrama
hoy como nunca antes.
La Luz
que hará caer todo esto que el Señor nos está descubriendo
que perjudica a su Iglesia, para que nos despojemos de todo
ello y llegue libremente la salvación a todos.
Hoy el Señor quiere rescatar a sus amadas ovejas una a una;
no condena, sino que quiere tomar a cada una de la mano. Así
sigue hablando Miqueas sobre los tiempos postreros: “En
aquel día –dice el Señor- reuniré a las ovejas lastimadas,
dispersas y maltratadas. Con las ovejas heridas formaré un
remanente (Resto) y con las desterradas una nación poderosa.
El Señor reinará sobre ellas en el monte Sión desde ahora y
para siempre”. Todos ésos son los desengañados, los
lastimados, los anulados, los rechazados, los olvidados o
escandalizados de las religiones, que por ello hasta se
habían alejado de Dios.
Como veremos desde los primeros signos desvelados sobre la
“Ramera”, éstos apuntan sobre las construcciones humanas en
la más conocida de las religiones cristianas, como símbolo
que incluye también a
las demás que se segregaron de ella a través de los
siglos, por lo que en el
capítulo XVII el Apocalipsis la llama “La madre de
las rameras de la tierra” para que todas confronten consigo
mismas lo que el Señor hoy les está advirtiendo.
Con el mismo Amor, claridad y firmeza con que corrige el
Señor en las cartas a las siete iglesias; igual que
advierte, reprende, aconseja, anima, y avisa a la iglesia de
Laodicea, así hace aquí avisando a sus hijos sobre la
“Ramera” porque a cada uno de los que están en ella no le
estará negado si “lava sus vestidos y recobra la vista,
recibir la recompensa y sentarse con Cristo en su trono,
como Él también venció” (Ap.3,17,21)
Aunque sea muy fuerte o dolorosa para muchos esta verdad que
se nos revela, el Señor lo que quiere es que ninguna de sus
ovejas que se acercan a las comunidades eclesiales
buscándolo a Él,
sea alejada del Camino.
Cristo vino a salvar lo que estaba perdido (1Tim.1,15);
vino a salvar, no a condenar, y en este caso también
quiere atraer a todos hacia la Verdad.
Hemos de mirar que todo lo oculto que se
denuncia, se manifiesta a
la Luz, y es Luz
(Ef.5,10-14). La Luz, Cristo, ha venido al mundo
para que el mundo no ande en tinieblas (Jn.12,46).
Por la gracia de Dios ha llegado el momento de alegrarnos
como se alegran por este hecho en el cielo
(Ap.19,1-4). Y es el momento de alegrarse,
porque el Señor que siempre nos está guiando para que veamos
claro el Camino que nos lleva a la salvación, hoy nos hace
ver claras todas las características de la
“otra Bestia”.
Nos desvela los signos que nos advierten sobre su
trayectoria en la historia, sobre su “caída”, sobre su
“resurgir” y sobre la Luz poderosa que se hará
finalmente en ella y
sobre toda la tierra, que la hará desaparecer
definitivamente. Se habrá hecho para siempre la Luz en ella.
Nos
desvela las “Profecías Numéricas” que la identifican en sus
estructuras y anuncian la lucha de los que querrán oponerse
a los planes de Dios sobre ella, tratando de sostenerla,
además de revelarnos el
número de la bestia.
Nos muestra desvelados todos los signos, ninguno queda
oculto, como los que descubren el contraste entre su
apariencia externa y su verdadera esencia (Ap.13,11-17).
Que nadie se escandalice a primera vista al leer los
primeros signos, o leerlos superficialmente. Aunque en el
texto del Apocalipsis, y en la explicación sobre este tema
parezca a simple vista que se está refiriendo a la Iglesia, aunque aparezca
como un todo, lo que el Señor nos está advirtiendo es que
separemos a la “Ramera” de la Iglesia. Cuantos
signos aquí hablan de ella forman, uno a uno, una unidad
completa, por lo que es necesario leerlos todos para poder
discernir la fiabilidad de cuanto aquí está revelado.
Van incluidos en esta parte del libro, algunos mensajes de
Amor para que por la misericordia de nuestro Dios, muchos
puedan ser tocados en sus corazones, y ver que todas estas
revelaciones sólo pueden provenir del Amor inmenso de Dios
que derrama su Luz prodigiosamente para corregir a los que
queriendo seguir a Cristo, han sido llevados por un camino
errado, siguiendo pensamientos de los hombres.
Que la
Verdad
se haga y como dije al final de la Presentación, que esta Luz con la que toda la
tierra quedará iluminada
(Ap.18,1),
cumpla su cometido por el Amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús y el poder del Espíritu Santo, para la gloria de Dios
Padre.



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