¡Cayó La Gran Babilonia!

Aleluyas en el Cielo por el Juicio de la Gran
"Ramera"



Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre
inmensa que decía: “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el
poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos
y justos; porque ha juzgado a
la Gran Ramera que corrompía la tierra con
su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus
siervos”. Y por segunda vez dijeron: “¡Aleluya! La humareda
de la Ramera
se eleva por los siglos de los siglos” (Ap.19, 1-3).

Hay
alabanza en el cielo porque hoy la Verdad se ha hecho en medio de nosotros. La Verdad de que Dios ha de ser
nuestro único guía, nuestro único Pastor, nuestro único
Maestro, nuestro único Director, nuestro único Padre, y no la Ramera
que ya habrá desaparecido.
La
humareda,
es el final de lo que la
Gran Ramera
había hecho porque el Amor de Dios es fuego que
transforma y consume, por el que todo lo que ella había
puesto queda convertido en humo, en nada.
Se habrá hecho
la Luz para siempre en ella. Es lo que
estaba ya predicho, los planes de Dios se habrán cumplido, y
cunde la alabanza a Dios y el cielo se alegra.
Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes se
postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el Trono,
diciendo: “¡Amén! ¡Aleluya!”. Y salió una voz del trono, que
decía: “Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que
le teméis, pequeños y grandes”. Y oí el ruido de muchedumbre
inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de
grandes truenos. Y decían: “¡Aleluya! Porque ha establecido
su reinado el Señor, nuestro Dios todopoderoso” (Ap.19,
4-6).
De nuevo se expresa que hay gozo en el cielo porque
reconocemos
la Verdad
que se nos ha dado y que se habrá hecho en todos nosotros.
Todos habrán reconocido que Dios es el Amor,
la Verdad y
la Vida; que Dios vive en cada uno de
nosotros si vivimos en el Amor y en
la Verdad, y hacemos que nuestra vida sea
en Él. Ése es el Reino de Dios aquí en la Tierra. Miremos la
“Nueva Jerusalén” que se nos describe tenuemente en el
siguiente tema, y que nos anima a vivir jubilosos en este
peregrinaje. Pero antes veremos el último combate con el
triunfo de Cristo, y la derrota total de las dos
Bestias.
Hoy nos unimos también nosotros a esta alegría del cielo,
con los ángeles, los coros celestiales, los ejércitos del
cielo, los vivientes, los ancianos, los elegidos, para
alabar y glorificar al que reina y vive por siempre,
ofreciendo nuestras vidas en alabanza de su gloria y
diciendo con todos ellos:
Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor,
poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos…
Santo, Santo, Santo, Aquél que Es, y que ha de venir…
¡Gloria a Dios!




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