¡Cayó La Gran Babilonia!

Triunfo de Cristo - Cristo
Combate con Justicia

Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el
que lo monta se llama “Fiel” y “Veraz”; y juzga y combate
con justicia. Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza,
muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce;
viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios .
Ap.19, 11-13).

El
Fiel y Veraz
es el mismo que reclama a la iglesia de Laodicea
(Ap.3,14).
Y lo mismo que a ella
ha reclamado a la “Ramera”, que ya habrá caído porque
habrá visto y se habrá dejado llenar de
la Luz.
Él monta un caballo
blanco, como inmaculado, puro, ha sido su caminar, su
Vida.
Las
diademas
son símbolo de los atributos divinos que Dios nos muestra y
nos da, porque de todo lo que Él Es, nos da. Es lo que Dios
Es, sólo Él. Y el
nombre sólo ha de conocerlo el que llegue para siempre a
Él.
El
manto
es la Palabra que se hizo carne y
nos redimió
(Jn.1,14).
Y
está teñido en sangre
porque es la sangre de nuestro Señor Jesús derramada por
salvarnos, y de los mártires, derramada por proclamar el
Evangelio.
Y
los
ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le
seguían sobre caballos blancos (Ap.19, 14).
Son todos los que ya se salvaron y viven en Dios,
simbolizados en el primer jinete
(Ap.6,2).
Y los caballos blancos
simbolizan lo que Dios nos ha dado - la gracia - para que
“cabalguemos” en ello, para que seamos llevados en ello,
para que nos
elevemos hacia
la Verdad, hacia Él, y nos encontremos con
Él.
De su
boca sale una espada afilada para herir con ella a los
paganos; él los regirá con cetro de hierro; él pisa el lagar
del vino de la furiosa cólera de Dios, el Todopoderoso
(Ap.19,15).
La
espada afilada
es la Palabra que llega al
corazón, a los paganos
y los convierte a
la Vida
en Dios. Y al que se convierte, Él le da la fortaleza;
lo regirá con cetro de hierro porque el hierro simboliza la fortaleza que da la Vida en Dios.
La
ira o cólera,
es la lealtad de Dios a la Verdad, la inmutabilidad de
la Verdad.
El
lagar
es donde el fruto de la vid se convierte en vino nuevo, en
Vida nueva. En él hay extrema pulcritud. Todo ahí es
exquisito. Y eso es lo que hace que nada contaminado,
impuro, pueda
entrar en el lagar. Sólo los frutos de la vid, porque Cristo
es la Vid
(Jn.15,5). Nosotros
hemos dado frutos en Él, y Él los convierte en el vino
nuevo, la Vida nueva:
Lleva
escrito un nombre en su manto y en su muslo: Rey de reyes y
Señor de señores (Ap.19,16).
Es Cristo vencedor, glorioso, Señor y dueño absoluto.






Podéis descargar una copia
del libro en formato PDF completamente
gratis


Es Importante
Leer la Presentación Para Comprender Mejor el Libro
PRESENTACIÓN