¡Cayó La Gran Babilonia!

Lucha por Resurgir a la
"Ramera"


Los
diez cuernos que has visto son diez reyes que no han
recibido aún el Reino; pero recibirán con
la Bestia
la potestad real, sólo por una hora. Están todos de acuerdo
en entregar a la Bestia el poder y la
potestad que ellos tienen (Ap.17,12-13).

Cuando
se haga la Luz en estos
diez reyes, ellos recibirán el Reino. Pero aquí se dice
que aún están entregados en mantener las verdades de la “Ramera”
y Dios les permite que ejerzan con
la Bestia
la potestad real, sólo
por
una hora. (Como se
dirá en los versículos 16 y 17, en ese empeño verán la Luz).
Pero al principio, en que su obcecación por defender a la
“Ramera” no les permite ver
la Verdad que Dios ha anunciado (y que
habrá cumplido al hacer caer sus verdades),ellos van a usar
todos los medios a su alcance para resurgirla, llegando en
este empeño incluso a luchar en contra del
Cordero:
Éstos
harán la guerra al Cordero, pero el Cordero como es el Señor
de señores y Rey de reyes, los vencerá en unión de los
suyos, los llamados y elegidos y fieles (Ap.17,14).
Sus convicciones tan arraigadas,
les lleva a defender sus verdades y a luchar por ellas
incluso en contra del
Cordero: "Él es la puerta de las ovejas” (Jn. 10, 14ss).
Nadie más.
Nada más. Dios desvelando este Apocalipsis, sólo
quiere que su Luz les alcance y rectifiquen sus propios
planes, pues sólo ven sus tradiciones que ellos han recibido
de otros.
Pero Dios está tratando con todo su pueblo, con cada uno, y
hay una gran avalancha de conversiones y de testigos vivos
de la Verdad, para gloria de Dios.
Es ese el momento: cuando
los llamados y fieles
y elegidos dan testimonio de la Verdad, y es el triunfo del
Cordero,
porque es Dios el que así lo hace.
Llamados
son los convertidos, los que acaban de
responder a la llamada de Dios;
fieles, los llamados que han permanecido en Dios, y los
elegidos los que reciben una misión de Dios para ser en medio de
todos testigos vivos del Evangelio por los que muchos pueden
conocer la Verdad y salvarse.
Por
medio de ellos y por el poder del Espíritu Santo, un nuevo
Pentecostés
se ha ido despertando como preludio de ese final glorioso en
que sólo habrá un
solo rebaño y un solo Pastor
(Jn.10,16).
Las palabras de Jesús siempre se cumplen, y muchos pueden
atestiguar ya hoy que Jesús vive, que el Reino de
Dios está aquí, que se vive la presencia, la experiencia del
Espíritu Santo, que siempre ha estado. Pero hoy hay un
pueblo numeroso que se ha abierto a Él, por la maravillosa
misericordia de Dios.
En toda lucha Dios gana,
el Cordero es el
vencedor. Él vino a rescatarnos. A rescatar también a todos
los que se dejaron llevar por la confusión de la “Ramera”.
(Veamos cómo la Iglesia y la “Ramera” aparecen como un todo, como
lo mismo, cada vez que se le nombra. Distingamos esto para
poder entender lo que el Señor quiere hacernos ver). Así ha
hecho la “Ramera”:
Me dijo además:
“Las aguas que has visto, donde está sentada la Ramera, son pueblos,
muchedumbres, naciones y lenguas” (Ap.17, 15).
Las
aguas,
representan el estado de
la Vida en Dios
aquí. Nos dice el Señor hoy que las iglesias las han
mezclado contaminándolas con “sus verdades”, las verdades de
la “Ramera”, y que esas aguas no nos purifican. Y de esas
aguas
hemos bebido, de todo lo que ella nos ha dado:
Está sentada,
descansada,
segura de sí misma, porque ejerce su dominio sobre todos
éstos:
Las
muchedumbres, todos los que la siguen.
Pueblos,
todos, aunque no tengan religión, porque es conocida por
todos. Influye
en otros pueblos.
Naciones,
son las religiones. Aquí se refiere a aquéllas a las que
ella ha servido de referente, y que como ella, imponen
verdades desde
el razonamiento, verdades humanas que alejan a muchos
de Dios.
Lengua
es la
comunicación, lo que nosotros hablamos, lo que podemos
expresar, lo que Dios usa para llamar, para advertir a su
pueblo; pero ella se hace que está por
encima de toda
lengua porque todos han de decir lo que ella dice. Sólo escucha a
los adoctrinados por ella. El que vea la Verdad que en Dios Es, ya no
pertenecerá a ella. Es lo que sucederá incluso con
estos diez reyes,
estos diez cuernos:
Y
los diez cuernos que has
visto y la Bestia van a aborrecer a la
"Ramera”; la dejarán sola y desnuda, comerán sus carnes y la
consumirán por el fuego; porque Dios les ha inspirado la
resolución de ejecutar su propio plan, y de ponerse de
acuerdo en entregar la soberanía que tienen a la Bestia hasta que se cumplan
las palabras de Dios (Ap.17, 16-17).
Comer es tener comunión. Jesús dijo: “El que come mi carne y
bebe mi sangre tiene Vida en Mí y Yo vivo en él” (Jn.6,56).
Pero aquí la comunión es otra: el comer con las verdades de
la “Ramera”. Estos
diez reyes lucharán por ella para resurgirla, pero en
esa comunión al profundizar en ella, desentrañarán “sus
verdades”, y todo de ella quedará al descubierto,
la dejarán sola y
desnuda. Éstos que ven la realidad de “sus verdades”,
porque Dios les hace ver,
quemarán todo de
ella por el fuego
del Amor, que es Luz que los ilumina.
Así se hace
la Verdad en éstos. Es por lo que se dice
que aborrecerán a la
“Ramera”. Igual la
aborrecerá
la
Bestia al ver que se hace
la Luz. Huirá
de ella. Esto se confirma también en el capítulo XVIII
cuando el ángel levanta en alto “una gran piedra como una
rueda de molino” para que sea vista por todos, y luego la
arroja al mar para que no aparezca ya más.
Y quedarán solos sus planes humanos como parte de un pasado.
Porque el fuego del Amor que llega a ellos hace que se
cumpla el plan de Dios. Pero primero se dará ese acuerdo
entre todos ellos:
Porque Dios les
ha inspirado la resolución de ejecutar su propio plan, y de
ponerse de acuerdo en entregar la soberanía que tienen a la Bestia hasta que se cumplan
las palabras de Dios.
Estas palabras son semejantes a las que hablan de cuando el Señor endureció el corazón del Faraón
para que no dejara salir a los israelitas de Egipto, hasta
el momento en que el pueblo de Dios estuvo preparado y Dios
lo decidió (Ex.7,3-4). Quizás el pueblo necesitaba ver de
una forma más palpable la intervención de Dios a través de
aquellas plagas, y ellos habrían de aprender a dejarse guiar
por el Señor, confiar en su brazo fuerte y su mano poderosa.
Aquí también queda libertado el
pueblo de Dios de otro dominio de carácter terrenal, para
dejar paso a un pueblo dirigido plenamente por Dios, pues
será el Cordero, con el Espíritu Santo, el que lleva a cada
uno a la
Verdad
completa (Jn.16, 13). Ellos son “los Dos Testigos” de la
sexta trompeta que está sonando.
Se
ratifica de nuevo al final de este capítulo la identidad de
la “Ramera”:
Y la mujer que
has visto es
la Gran Ciudad, la que tiene la soberanía
sobre los reyes de la tierra (Ap.17, 18).
Soberanía es dominio, autoridad y poder. Eso es
lo que ha puesto
La Gran Ciudad, la Gran Babilonia, la
“Ramera”, sobre
todos los que formaban parte de
ella. Era la que dominaba sobre todos aquéllos que buscando
a Dios, se habían ido entregando incondicionalmente a su
obediencia, bajo su dominio.





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